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Cuidar a los Abuelos del Mañana

El sexo después de los 50

Artículos de Interés. Por Lic. Dapuente

Desde el momento que se llega a la madurez física, entre los 25 y los 30 años de edad, se establece una gradual degeneración orgánica, incluyendo la sexual correspondiente. El proceso de envejecimiento es distinto en cada sexo. En la mujer, su capacidad de concebir y de dar a luz se extingue gradualmente en un período de 3 a 5 años. La menopausia se acompaña de reacciones corporales indeseables asociadas con los cambios que ocurren dentro del organismo. En general, se experimentan oleadas de frío o calor, dolores de cabeza, depresión, insomnio, irritación, aumento progresivo de peso, etc. Estos signos son visibles en mayor o menor grado según las reacciones de las personas y la adecuada atención médica.
En cuanto al hombre, llegando a los 50, inicia la gradual declinación de su fertilidad. Su semen no contiene esperma suficiente, y si lo tiene, no se halla en condiciones de asegurar la concepción. Pero aún cuando el hombre ha dejado de producir espermas, no es óbice para que continúe teniendo deseo y capacidad sexual. La impotencia es uno de los estragos que perturba al hombre de edad madura y es considerado como señal del ¨cambio de vida¨ masculino. Si bien la aparición de cambios hormonales toman lugar en la edad madura, la mayoría de estas perturbaciones tienden a tener raíces psicológicas en lugar de físicas. La generalidad de casos enmarcados dentro de una parcial o total impotencia, constituyen, en general, el resultado del efecto psicológico provocado por el temor a la impotencia.
Ambos sexos pasan por cambios físicos, pero cualquiera sea el cambio, el aparato sexual de ambos tiene la capacidad normal de llevar a cabo la cópula, si bien menguada, satisfactoria como en el pasado. No existe evento biológico alguno, excepto una arremetida por enfermedad o muerte, que marque el final de la deleitable vida sexual. El problema es simplemente trazado por la persona madura que llega a ser conciente del empalidecimiento de su capacidad sexual y crea una crisis emocional. Cuando se encuentra en los años caracterizados por la poca frecuencia de sexo, rememora con nostalgia el vigor de la juventud, pero ¿Con qué metro se está midiendo?, ¿Cuando tenía 18 años, capaz de alcanzar tantos orgasmos o los principios dorados de la vida marital? Esta misma persona no soñaría en equiparar su poder profesional o económico cuando tenía 18. En este sentido, ha acumulado madurez y sapiencia. ¿Por qué, entonces, asumir que sólo en sexo la madurez carece de valor? En un estado de ánimo apropiado, no existe razón alguna para no gozar una vida sexual rica y satisfactoria en los años maduros.

¿Hay alguna relación entre el consumo de tabaco y los trastornos mentales?

El consumo de tabaco es sumamente frecuente. En la actualidad, uno de cada tres adultos, es decir, 1200 millones de personas, fuman, y se prevé que para el año 2025 esta cifra se elevará a más de 1600 millones. Se calcula que el tabaco causó más de 3 millones de defunciones en 1990, y que esa cifra ascendió a 4 millones en 1998. Según las estimaciones, las muertes atribuíbles al tabaco llegarán a 8,4 millones en 2020 y alcanzarán unos 10 millones anuales hacia 2030. Sin embargo, este incremento no se distribuirá por igual en el mundo, se prevé que en las regiones desarrolladas las defunciones aumentarán un 50% mientras que en Asia casi se cuadruplicarán.
La relación entre el consumo de tabaco y los trastornos mentales es compleja. Los resultados de las investigaciones indican claramente que los profesionales de la salud mental deben prestar mucha más atención al consumo de tabaco de sus pacientes durante y después del tratamiento, con objeto de prevenir los problemas conexos. La proporción de fumadores es dos veces mayor entre las personas con trastornos mentales; son particularmente frecuentes los grandes fumadores en la población esquizofrénica y alcohólica. El 44% de los cigarrillos fumados en Estados Unidos lo son por personas con trastornos mentales. Se pensaba tradicionalmente que las personas deprimidas tendían a fumar más debido a sus síntomas, pero los nuevos datos indican que podría ser a la inversa. Un estudio realizado en adolescentes mostró que la prevalencia de antecedentes de tabaquismo era mayor entre los que se deprimían, lo que lleva a pensar que en realidad fue el consumo de tabaco el que dio lugar a la depresión en este grupo de edad. No se conocen a ciencia cierta las razones de la elevada tasa de consumo de tabaco entre las personas con trastornos mentales, pero se ha atribuído la responsabilidad a mecanismos neuroquímicos. La nicotina es una potente sustancia psicoactiva con diversos efectos en el cerebro: posee propiedades de refuerzo y activa los sistemas cerebrales de recompensa; aumenta así mismo la liberación de dopamina en regiones del cerebro íntimamente relacionadas con los trastornos mentales. Además, puede consumirse nicotina en un intento de aminorar la angustia y otros efectos adversos de los síntomas mentales. Es probable que también intervenga el entorno social, en particular el aislamiento y el tedio; estos factores son especialmente manifiestos en los hospitales psiquiátricos. Sean cuales sean las razones, es indudable que las personas con trastornos mentales arriesgan todavía más su salud al fumar en exceso.

La Importancia de la Creatividad



A veces acudimos al médico aquejados de alguna enfermedad o dolencia y tras hacernos un chequeo éste no encuentra nada en nuestro organismo que justifique lo que nos ocurre. Esto a veces causa cierto desconcierto, ya que es más cómodo encontrar una causa física y aplicar un tratamiento, que entender y aceptar que es nuestra mente la que puede estar originando o manteniendo la alteración. Recientes investigaciones están demostrando que los factores psicológicos pueden desempeñar un papel importante tanto en la aparición como mantenimiento de algunas enfermedades. Por lo que podemos decir que existe un determinado grupo de trastornos orgánicos que están relacionados con trastornos psicológicos. A este tipo de enfermedades se las denomina enfermedades psicosomáticas. El estrés, la ansiedad, la forma de enfrentarse a los problemas cotidianos, estados de ánimo negativos, depresión, características de personalidad, conductas relacionadas con la salud, etc; tienen un efecto directo sobre el organismo produciendo una serie de reacciones neuroquímicas y hormonales en determinadas zonas del cerebro, del sistema nervioso autónomo y de determinadas glándulas endócrinas como la hipófisis. Todo esto va a tener efectos en el funcionamiento normal del sistema inmunológico, cuya función es la de identificar y eliminar aquellas sustancias extrañas (virus, bacterias, hongos, etc) que pueden perjudicar el organismo. De manera que si nuestro sistema inmune está dañado, es muy probable que estas sustancias invadan el organismo y favorezcan la aparición de algunas enfermedades. Por consiguiente, se puede concluir que los trastornos relacionados directamente con la actividad del sistema inmune, como son las alergias, problemas en la piel, asma, etc; podrían tener su explicación en los efectos negativos que produce el estrés, acontecimientos relacionados con pérdidas de seres queridos, el desempleo, carencias afectivas, separaciones, soledad, etc.

Los síntomas físicos que se manifiestan de forma crónica o que aparecen y desaparecen de manera periódica sin que ningún tratamiento médico logre mejorarlos, o que al ser tratados farmacológicamente acaban siendo siempre sustituidos por otros que aparecen después, nos están indicando que existe algún problema o conflicto no resuelto de tipo emocional. Si indagamos un poco es muy posible que descubramos estados emocionales que pueden estar contribuyendo a la enfermedad física, bien produciendo síntomas directamente o bien debilitando nuestras defensas de modo que seamos más fácilmente atacados por agentes infecciosos y que nos cueste demasiado trabajo librarnos de ellos. Así pues, los síntomas físicos nos llevan hasta nuestros estados emocionales y estos a su vez nos muestran los aspectos de nosotros mismos en los que debemos actuar. Para ello, no debemos temer en profundizar en nuestro interior y descubrir quiénes somos y qué estamos sintiendo.

El tratamiento de estas personas siempre debe ser abordado por un equipo médico-psicológico, teniendo en cuenta el origen orgánico y psicológico del cuadro.

¿Pueden las enfermedades médicas tener un origen psicológico?

El estrés de la vida cotidiana en respuesta al momento socioeconómico de nuestro país y al afán de responder a un sistema “salvaje”, hace perder a muchas personas salud psíquica y física.

D. Winnicott afirma que lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse es, más que ninguna otra cosa, la percepción creadora. Frente a esto existe una relación con la realidad exterior que es relación de acatamiento; se reconoce el mundo y sus detalles pero solo como algo en que es preciso encajar o que exige adaptación. El acatamiento implica un sentimiento de inutilidad en el individuo, y se vincula con la idea de que nada importa y que la vida no es digna de ser vivida. En forma atormentadora, muchos individuos han experimentado una proporción suficiente de vida creadora como para reconocer que la mayor parte del tiempo vive de manera no creadora, como atrapados en la creatividad de algún otro, o de una máquina. La segunda manera de vivir en el mundo se conoce en términos psicológicos como una enfermedad. Vivir en forma creadora es un estado saludable, y el acatamiento es una base enfermiza para la vida. Cuando se oye hablar de individuos dominados en su hogar, que se pasan la vida en campos de concentración, o perseguidos por un cruel régimen político, antes que nada se siente que solo unas pocas de las víctimas conservan su espíritu creador. Por supuesto, éstas son las que sufren. Al principio parece que todos los demás que existen (no viven) en esas comunidades patológicas han abandonado ya, hasta tal punto, sus esperanzas, que no sufren, y han perdido las características que los hacen humanos, de modo que ya ven el mundo con mirada creadora. Estas circunstancias se refieren a lo negativo de la civilización. Es como contemplar la destrucción de la creatividad de los individuos por factores ambientales.

Es preciso separar la idea de creación y las obras de arte. Una creación puede ser un cuadro, una casa, un traje, un peinado, una sinfonía o una comida preparada en casa. Estas cosas podrían ser creaciones, pero la creatividad a la que me refiero es un universal, corresponde a la condición de estar vivo. El impulso creador es algo que se puede entender como una cosa en sí misma que, por supuesto, es necesaria si el artista quiere producir una obra de arte, pero también como lo que se encuentra presente cuando cualquiera (bebé, niño, adolescente o adulto) contempla algo en forma saludable o hace una cosa de manera deliberada, como ensuciarse con sus propias heces o prolongar el acto de llorar para gozar con un sonido musical.

El individuo descubre su persona sólo cuando se muestra creador. ¿Por qué no buscar entonces un alivio a las presiones diarias en la creatividad, que nos permite un encuentro con nosotros mismos?

Psicoanálisis y Poesía.

El importante crecimiento de la población de edad avanzada que se observa en todo el mundo es consecuencia no sólo de factores sociodemográficos, sino también del aumento de la esperanza de vida que se ha logrado durante el siglo XX, en gran medida gracias a mejoras del saneamiento y la salud pública. Esa conquista, sin embargo, plantea también uno de los mayores retos para las próximas décadas: atender al bienestar de los ancianos, que en el año 2025 representarán más del 20% de la población mundial. Es de esperar que el envejecimiento de la población se acompañe de cambios importantes en la frecuencia y la distribución de los trastornos somáticos y mentales, así como en la interrelación entre esos dos tipos de trastornos. Los problemas de salud mental son frecuentes en las personas ancianas, y pueden ser graves y diversos. Además de la enfermedad de Alzheimer, que se encuentra casi exclusivamente en este grupo de edad, también es alta la prevalencia de muchos otros problemas, como la depresión, la ansiedad y los trastornos psicóticos. Las tasas de suicidio alcanzan su punto máximo particularmente entre los hombres ancianos. El uso indebido de sustancias, alcohol y medicamentos incluidos, es también muy elevado, aunque se le presta poca atención. Estos problemas ocasionan un alto grado de sufrimiento no sólo para las personas de edad sino también para sus familiares. En muchos casos los familiares tienen que sacrificar buena parte de su vida personal para consagrarse por entero al cuidado del pariente enfermo. La carga que esto impone a las familias y las comunidades es muy pesada, y casi siempre los pacientes y sus familias carecen del apoyo necesario por falta de recursos de atención sanitaria adecuados. Muchos de estos problemas se podrían abordar con eficiencia, pero la mayoría de los países carecen de políticas, programas y servicios preparados para hacer frente a estas necesidades. Un doble estigma muy extendido, el que soportan los trastornos mentales en general y el que pesa sobre el final de la vida en particular, no ayuda a facilitar el acceso a la asistencia debida. El derecho a la vida y el derecho a la calidad de vida exigen modificaciones profundas en la consideración de las sociedades hacia sus ancianos, así como la eliminación de los tabúes que existen al respecto. La manera que una sociedad se organiza para atender a las personas de edad es un buen indicador de la importancia que concede a la dignidad del ser humano.

Tabaco y Salud Mental

“Solo cuando el poema muestra algo que no sabemos, pero que habita en nosotros, podemos creer que es poesía”
Roberto Juarroz

Qué hace un psicoanalista es la pregunta que insistió en el cartel desde la primera vez que nos reunimos a conversar sobre aquello que nos convoca: el psicoanálisis. En el tránsito por ésta pregunta tuve la intuición de una posible respuesta entre otras que rápidamente volvían a convertirse en preguntas.
Un buen día, o una buena noche, mientras disfrutaba de cierta poesía exquisita me encontré con algo allí que se emparentaba con mi experiencia como analizante. La lectura de algunos poetas me llevó a confrontarme con un límite en el sentido, con puntos de ruptura con el sentido común y un sentimiento de conmoción y sorpresa, hallando un tinte de semejanza con lo que me ocurre, aunque no siempre, recostada en el diván. Ingenuamente, creí que había descubierto algo en mi asociación, pero como suele suceder, ya varios lo habían descubierto primero.
Lacan en el seminario 24 sugiere estar inspirado por algo del órden de la poesía para intervenir en tanto que psicoanalista. ¿De qué modo podría un psicoanalista servirse de la poesía?
El psicoanálisis es una disciplina autónoma que toma conceptos de muchas otras disciplinas y los reelabora de un modo singular. De este modo, Lacan toma de la linguística, entre otras cosas, las cuestiones de poética: “La metáfora, la metonimia, no tienen alcance para la interpretación sino en tanto que son capaces de hacer función de otra cosa (…) Es en tanto que una interpretación justa extingue un síntoma que la verdad se especifica por ser poética…”[1]
La poética es “poiesis”, entendiéndola como “creación”, “producción” e “invención”. Poíesis es el concepto griego que mejor expresa la dimensión más vasta de la creación. Aristóteles se refiere a la poética como lo verosímil de lo inverosímil, lo posible de lo imposible, a saber, la creación.
No debemos confundir la creación de la poesía con la recreación del poema. Lacan se refiere a lo poético al mismo tiempo que afirma que en psicoanálisis no se trata de lo bello, no tenemos nada bello que decir como podría hacerlo un poema.
Roberto Juarroz, nuestro poeta argentino, afirma que “en la creación poética los distintos elementos del proceso de la comunicación se hacen pedazos, que hay que juzgarlos de otra manera (…) Primero es surgimiento, aparición o epifanía de una situación, con relación, combinación o modulación diferente e insólita del lenguaje. Se experimenta, no como una codificación convencional o arbitraria, sino como una grieta o ruptura verbal que se arraiga en lo verbal auténtico.”[2] Estas palabras del poeta no podrían dejar de resonar a un psicoanalista.
Sabemos que la interpretación psicoanalítica no debe pretender restituir la continuidad y la coherencia del discurso. No se trata de dar un verdadero sentido a la a la palabra del analizante sino de abrir la dispersión poética del significante, la polisemia, las resonancias semánticas de la palabra, el ingenio, la gracia, la sorpresa que despierta lo inconciente.

 

[1] Lacan, “L´insu que sait de l´une-bevue s´aile `a mourre”, Seminario 24, en Ornicar?, 1981.

[2] Juarroz, Roberto, edición nº2 de Puentes del Sur, del IOM, Delegación Conurbano Sur, provincia de Buenos Aires, 15 de Agosto de 2005.

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